10 hábitos que pueden perjudicar el bienestar y la salud del cuidador

El bienestar y la salud del cuidador necesitan, también, ser atendidos. Es de vital importancia prestar atención a los signos de fatiga, cansancio mental, frustración… Para cuidar bien es necesario poder parar y dedicar un tiempo a revisar cómo estamos haciendo las cosas. Quizás algunas costumbres, a menudo inconscientes, podrían estar resultando contraproducentes para nuestro bienestar. Si es así, es aconsejable intentar cambiarlas. Más allá de nuestro rol como cuidadores, poder atender a nuestra salud y necesidades personales también es importante.

1. Tener expectativas poco realistas

Intentar salir de casa a tiempo, confiar en que la persona con Alzheimer recuerde dónde ha guardado algún objeto, seguir una serie de instrucciones…  Nuestro ser querido no va a poder continuar haciendo lo que antes solía hacer o, al menos, no con la misma diligencia. Y debemos ser realistas. Hay que ser también realista con lo que nos exigimos a nosotros mismos como cuidadores (un desafío que puede ser todavía más complicado que el anterior). 

2. Evitar las preguntas difíciles

A corto plazo, podemos pensar que es mejor no saber las respuestas a determinadas preguntas. No obstante, es importante tener en cuenta que el Alzheimer es una enfermedad progresiva, por lo que prever y planificar puede resultar de gran ayuda durante el proceso, sin pretender anticipar todo lo que puede suceder, algo que tampoco es realista. 

Por ejemplo, nos podemos asustar ante la sospecha de Alzheimer o demencia en una persona querida, pero no hemos de ignorar esos cambios que nos llevan a sospechar. Para la persona afectada será beneficioso acudir al médico y acceder a un diagnóstico y tratamiento cuanto antes. Es también importante saber qué quiere la persona afectada que ocurra en el futuro respecto a su atención. Es una conversación que puede resultar difícil y dolorosa pero que nos permitirá tomar decisiones para que se cumpla su voluntad: opciones de cuidado, designación de poderes, testamento…

3. Pensar que nadie nos entiende

A veces nos gustaría conversar con personas que estén viviendo nuestra misma situación, aunque quizá no siempre resulte fácil encontrarlas. Las asociaciones de familiares de personas con Alzheimer pueden ser de gran ayuda. No obstante, no hay que dejar de relacionarse con otras personas cercanas: ellos también pueden escuchar. No debemos asumir que, como no lo han vivido, no entenderán los retos diarios a los que, como cuidadores, nos enfrentamos

4. Querer hacerlo todo solos

Es más difícil de hacer que de decir, pero deberíamos abandonar el “yo puedo hacerlo solo” y dejar de resistirnos a pedir ayuda. Contar con algún apoyo de vez en cuando es vital para poder seguir adelante. No romperás tu compromiso de cuidar a alguien por el hecho de pedir ayuda. Y aunque pueda resultarnos difícil solicitar apoyo, vencer las reticencias es la clave para conseguir tiempo para uno mismo.

Pudiera ser que en nuestro entorno no encontrásemos disponibilidad o predisposición, pero hay diversos recursos disponibles para personas con Alzheimer. 

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5. Sentirnos culpables

En ocasiones, puede que nos invadan pensamientos de deuda hacia la persona que cuidamos o de culpa por considerar que no lo estamos haciendo del todo bien. Estos sentimientos hay que alejarlos ya que pueden llegar a aprisionarnos. Es posible querer a alguien, cuidarlo y, a la vez, tomarse un respiro de vez en cuando. Para poder tomar distancia mental y emocional a veces también necesitamos cierta separación física. Esto no significa que estemos cuidando menos o peor a nuestro ser querido.

6. Asumir que nuestro ser querido no puede participar en la toma de ninguna decisión

El día a día puede hacer que olvidemos preguntar a la persona con Alzheimer sobre sus ideas o preferencias. Con frecuencia, la persona afectada todavía puede expresar su opinión y se sentirá reconocido si se le tiene en cuenta. Siempre que nos sea posible, debemos involucrar a nuestro ser querido en las decisiones que le conciernen, valiéndonos de adecuadas estrategias de comunicación.

7. Descuidar nuestra propia salud

Cuando cuidar a alguien es nuestra prioridad deberemos hacer sacrificios, pero si nuestra salud se está viendo comprometida por ello, debemos parar y pensar. Si enfermamos podríamos llegar a no ser capaces de ejercer nuestra función como cuidadores. Si no le damos la suficiente prioridad a nuestra propia salud, además de las propias consecuencias personales, podemos abocarnos a no poder ayudar a nuestro ser querido. 

8. Descuidar a nuestra propia familia

No es sencillo, por ejemplo, compatibilizar el deber de cuidar de los hijos y, a la vez, cuidar de los padres. Para facilitar el equilibrio es importante planificar el tiempo que se dedica a cada uno en lugar de ir atendiendo  las necesidades conforme se van sucediendo. 

9. Creer que nuestro ser querido elige cómo comportarse

Quizás alguna vez hemos tenido la sensación de que a la persona con Alzheimer montaba una escena con tal de no ir o llegar tarde a la cita del médico. O hemos sentido frustración al creer que nuestro ser querido recuerda cosas importantes para él, pero olvida completamente las que nos importan a nosotros. Es fundamental que el cuidador intente  ver todos estos problemas como resultado de la enfermedad del Alzheimer en lugar de ser algo hecho a propósito para fastidiar. La empatía nos facilitará comprender mejor la enfermedad y lidiar con ella de forma más positiva. 

10. Sacrificar nuestro propio equilibrio y energía

A menudo los cuidadores se sienten como malabaristas, intentando mantener todos los platos girando a la vez para que ninguno caiga: la salud, el trabajo, nuestra tarea de cuidadores, nuestros hijos, la pareja… Lo más probable es que, finalmente, alguno de los platos se caiga y se rompa. Antes de que esto ocurra, deberíamos elegir qué plato queremos detener para evitar que las circunstancias tomen la decisión por nosotros. Aunque a veces pueda parecer que no hay solución, a menudo hay algo que se puede dejar de hacer, al menos, para evitar peores consecuencias. Para ello debemos ser más conscientes de adonde va nuestro tiempo y energía. 

Para finalizar, debemos recordar algo importante: para poder cuidar bien a alguien primero debe cuidarse el propio cuidador. No podemos dar a alguien la atención que necesita si nuestra salud, física y mental, no se encuentra en unos niveles que nos permitan hacerlo. 

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